INTRODUCCIÓN
El mantenimiento y la preservación de los espacios agrarios tradicionales, su agricultura y sus paisajes se ven hoy amenazados como consecuencia de la expansión de la superficie artificial, la fragmentación de los espacios agrarios por diversas infraestructuras, el abandono de la actividad agraria profesional y la pérdida del patrimonio material e inmaterial vinculado con la agricultura; a ello hay que sumar también las consecuencias derivadas de determinados procesos de modernización e intensificación insostenibles por sus efectos altamente contaminantes del agua, el aire y los suelos, la desecación de humedales, la sobreexplotación y agotamiento de los acuíferos, y la pérdida de conocimientos ecológicos locales, de prácticas de gobernanza colectiva y de la alta capacidad de resiliencia de numerosos agroecosistemas heredados.
Estos impactos negativos actúan como importantes impulsores de la degradación ambiental del territorio, al tiempo que deterioran las relaciones entre el campo y la ciudad, favoreciendo la desconexión entre el mundo rural y urbano, y suponen una pérdida de identidad territorial de muchos lugares. La fertilidad y el estado saludable de los suelos, sin ser el único, constituye un requisito previo básico para el cumplimiento de una serie de objetivos y funciones ambientales y sociales. El buen estado de los suelos es imprescindible para la obtención de alimentos, biomasa (energía), fibra, forraje y otros productos, así como para garantizar la prestación de servicios ecosistémicos esenciales en todas las regiones del mundo, como la depuración de aguas, filtro de plagas y enfermedades y regulación de lluvias. Los suelos vivos se han ido constituyendo a lo largo de miles de años de acción natural y mediante procesos muy complejos y lentos. La conjunción de la acción del aire, el agua y los seres vivos da lugar al suelo orgánico, que forma parte de los fundamentos existenciales de la humanidad.
El suelo es además un elemento esencial del sistema climático, constituyendo la segunda fuente de almacenamiento de carbono después de los océanos. La protección de los suelos, su uso sostenible y las acciones de restauración dirigidas a recuperar su fertilidad son cruciales tanto para mitigar el calentamiento global, como para adaptarse a sus efectos. Por el contrario, el uso insostenible del suelo, el laboreo excesivo, el cambio de uso del suelo, el sellado de los suelos fértiles y otras acciones liberan una cantidad de CO2 a la atmósfera muy superior a la de otros sectores productivos.
OBJETIVOS
El objetivo central del Congreso y las Jornadas es la de poner en común los valores y servicios, pasados y presentes, de los suelos agrarios tradicionales y hacer una llamada social, académica y política sobre la importancia de proteger y mantener estos ligados a las actividades agropecuarias, para que la agricultura y la ganadería se pueda desarrollar con la garantía de permanencia de su base edáfica en todos los territorios, desde los periurbanos a los profundamente rurales, asegurando de este modo una producción anclada en el territorio, próxima o de cercanía, que permita que las poblaciones, tanto urbanas como rurales, puedan abastecerse de productos hortofrutícolas frescos, de calidad y asociados a las dietas mediterránea y locales, reduciendo los costes de transporte y las emisiones de gases de efecto invernadero asociados a los alimentos que han recorrido grandes distancias antes de llegar a nuestra mesa.
Los suelos fértiles y los de alto valor agroecológico constituyen un recurso estratégico esencial para el soporte de políticas agroalimentarias locales, y para favorecer tanto la economía local como el mantenimiento de los paisajes de la agricultura, y donde poder desarrollar actividades educativas y de disfrute al aire libre.